domingo, 21 de marzo de 2010

FELIZ AÑO NUEVO (Otra propuesta cíclica)



Celebramos el Año Nuevo el día 1 de Enero. Hasta ahí nuestro absurdo. Nos felicitamos y llenamos de buenos propósitos en ese momento, aunque prácticamente nadie sabe por qué ni se lo pregunta. Lo hacemos por desidia, porque se ha hecho siempre así, o al menos es lo que queremos creer. En realidad, la costumbre comenzó en Roma, en el año 153 de nuestra era, coincidiendo con la fecha del nombramiento anual de cónsules. Y ha habido épocas en que esta costumbre ha sido sustituida por otras.
Por cierto, aquellos mismos romanos, hasta ese lejano 153, empezaban su año en Marzo. O ¿de dónde crees que provienen, si no, los nombres de nuestros meses “septiembre” -el séptimo-, “octubre” -el octavo-, “noviembre” -el noveno- y “diciembre” -el décimo-?
Así que cansado de tanta pantomima, y pesar de la aparente contradicción conceptual, he decidido construir mis propias tradiciones y una de ellas ha consistido en empezar el año en otro momento. 
Pero vayamos por partes.
Una circunferencia, ya lo comenté, tiene la peculiaridad de que puede empezarse y acabarse por cualquiera de los infinitos puntos que la conforman. Decidir dónde comienza es, pues, un ejercicio de libertad y de riesgo. 
En eso de las circunferencias temporales, o ciclos, hay para todos los gustos. Hay sociedades, pueblos o culturas, por ejemplo, para los que el día empieza justo al alba -los antiguos egipcios-, con la salida del sol -los primeros romanos-, a medio día -astrónomos como Ptolomeo-, o con el crepúsculo -babilonios, musulmanes y judíos-. Nosotros lo empezamos justo en la medianoche, como los romanos en épocas posteriores. Todo depende de ciertas arbitrariedades, algunas costumbres... y los mitos incontestables que sustentan las unas y las otras.
Si eso pasa con un ciclo tan corto como el día, imaginémonos qué no pasará con uno largo, como el año.
En Europa ha habido dos grandes calendarios: el juliano y el gregoriano. El primero,instaurado por Julio César en el 46 a.C., tenía algunos problemas de desfases relacionados con el cálculo de la Pascua que llevaron al Papa Gregorio XIII, en 1582, a respetar una de las decisiones del Concilio de Trento y realizar las reformas necesarias para que coincidieran el año trópico y el civil. 
Pero no todas las naciones asumieron los principios tridentinos ni admitieron las reformas gregorianas, de forma que, hasta llegado el siglo XX, se generaron en Europa diferentes pautas históricas: la célebre Revolución de Octubre, la revolución rusa de 1918, para la Europa occidental empezó, de hecho, en Noviembre. Y así mismo se engañan sin saberlo los que afirman que Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día: cierto, en las partidas de defunción de ambos ambos consta la misma fecha de 23 de Abril de 1616; pero Miguel murió un 23 de Abril según el cómputo gregoriano y William según el juliano, que coincidiría con nuestro 3 de Mayo, así que lo sobrevivió unos 10 días.
Esta diferencia la eliminarían los ingleses en 1752, cuando el gobierno decidió adoptar el calendario que ya tenían la mayor parte de los otros países europeos, lo que implicó que al día 2 de septiembre le siguiera el 14. Hubo tumultos y problemas: mucha gente del pueblo, que creía que la fecha de su muerte estaba ya escrita en el libro de Dios, se quejó cuando tuvo noticia del cambio, porque pensaron que así les acortaban inútilmente sus vidas nada menos que en 12 días.
El año anterior también había generado conflictos en la misma Inglaterra, al ser el año legal más corto. El año comenzaba en la época medieval el día 25 de diciembre, nacimiento de Jesús, pero en el siglo XII se eligió el 25 de marzo, según el cómputo ideado en el siglo VI por Dionisio el Exiguo e importado a las Islas por Beda el Venerable dos siglos más tarde. Era el Año de Gracia (AG), que hacía empezar el ciclo anual con la Anunciación de María, con el momento de la Concepción o Encarnación, que es cuando verdaderamente Dios se hace hombre, y que corresponde a una fecha nueve meses anterior a su nacimiento. Pues bien, ese año empezó en Inglaterra, como siempre, el 25 de marzo, pero finalizó el 31 de diciembre, para dar lugar a la datación como AD (Anno Domini, o Año del Señor). Terrible. 
Como he señalado al principio, no comparto la costumbre de comenzar el año el 1 de Enero, aunque, para no desentonar, atiendo las doce campanadas la noche anterior con la familia, doy los besos y abrazos de rigor, y realizo el brindis correspondiente. Tampoco entiendo ni comparto el desfase de 4 días entre la entrada del calendario zodiacal y del Año de Gracia, coincidentes con el otro desfase, el nacimiento de Cristo el 24 de Diciembre cuando el solsticio de invierno es el 21. Pero no voy entrar ahora en detalles.
En cualquier caso, hoy confirmo mi búsqueda de equilibrio cultural integrando, como mínimo en pie de igualdad, las tradiciones equinocciales con las solsticiales.
Siguiendo antiguas y posiblemente mejores tradiciones hoy, 21 de Marzo, día real de la Anunciación de María, llegada de la Primavera, Equinoccio vernal y entrada del Año Astrológico bajo el signo de Aries, decido celebrar el principio del nuevo ciclo anual. 
Así que para mí, la familia y el que así quiera sentirlo: 
¡Feliz Año Nuevo!
Y no digo de qué año porque eso sí que sería complejo.
Addendum
Para quien se aburra y disponga de la información oportuna. Dicen algunos astrónomos reputados que la constelación que ocupa el punto 0 en este momento, o sea, la intersección de la eclíptica y el Ecuador celeste, no es Aries, sino Piscis. ¿Será verdad?

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