domingo, 11 de abril de 2010

UN E-MAIL RECIÉN ENVIADO



A FAMILIARES, AMISTADES Y OTRAS HIERBAS AROMÁTICAS Y MEDICINALES 
No sé si conoces la leyenda. A comienzos del siglo VII, un monje irlandés llamado Gallus vino a este rincón del mundo a convertir a los montañeses paganos. Creo que eran adoradores de osos. Construyó su eremitorio en una cueva cercana a donde se encuentra hoy la ciudad, y allí predicó y se dedicó a la oración. Pero era un hombre de tal santidad, tan por encima de las meras consideraciones de este mundo, que necesitó a un siervo, o a un amigo, que le ayudara en la vida cotidiana. ¿Dónde podría encontrarlo? Bien, resultó que la cueva elegida por Gallus ya tenía otro habitante, un oso de gran envergadura. Y Gallus, que era sumamente terco, hizo un pacto con el oso. Si el oso le traía leña para el fuego, él daría pan al oso. Y así fue. Y este excelente pan de jengibre, espero que no os moleste que diga que es excelente, no pretendo elogiar mi regalo, hoy nos recuerda que si somos sabios de veras sabremos llegar a un acuerdo satisfactorio con el oso que vive con nosotros, porque de lo contrario moriríamos de hambre o tal vez acabaríamos muriendo en sus mismas garras. Al igual que todas las historias de santos, ésta tiene una moraleja. Y la moraleja es el regalo navideño que te hago, Davey, pobre canadiense mataosos, y a ti también, Magnus, fraudulento encantador, y a ti, mi queridísima Liesl, aunque a ti no te hace falta: cuidad bien a vuestro oso, y vuestro oso os dará leña para el fuego.
Robertson Davies. Mantícora.

Es ya año nuevo y primavera. Los árboles ya han florecido y ayer pisé con los pies descalzos la todavía fría arena de la playa. Es hora de quitarse las ropas de abrigo. Aunque con prudencia, que las heladas son traidoras.
A principios del pasado diciembre, coincidentes el frío exterior y el interior, decidí retirarme, sin saber de dónde ni a dónde; supongo que de lo conocido y a una cueva donde habita un oso particularmente querido y que tenía descuidado. El caso es que entré ahí sin saber hasta cuándo me quedaría.  
Aislado voluntariamente, como excusa para comunicarme con el oso abrí un blog, destartalado y aún por adecentar con dibujos, caligrafías y gifts diversos, y me dediqué, algunas noches y como alternativa a ver un rato la televisión, a escribirme a mí mismo, a recordar, a reflexionar sin buscar comprensiones ni complicidades fuera de la cueva. A veces, cuando no se trataba de cuestiones muy personales, tentado estuve de enviaros alguna parrafada, pero fuera soplaba el viento y en esos momentos lo consideré fuera de lugar. Llegué hasta a pensar que podía molestar.
Ahora, con la luz y el calor, el oso ha empezado a salir en busca de no sé qué y a mí me está empezando a pasar lo mismo, además de que, seamos sinceros, tampoco me apetece quedarme tanto tiempo solo allí dentro.
Desconozco la receta del pan de jenjibre, aunque la mermelada hecha con los rizomas de esta planta es, junto con la de naranja amarga, mi preferida para untar las tostadas del desayuno de los domingos. Disfrutad la primavera, y no olvidéis, ahora que llega el buen tiempo, seguir cuidando y alimentando con un buen pan a vuestro oso personal: será el encargado de proveeos de leña cada invierno.
Si algún día tenéis mucha curiosidad, y sólo si tenéis mucha, podéis enredar en ese cuaderno de bitácora en el que he ido añadiendo entradas a lo largo del invierno en la cueva. La mayor parte de ellas son quizás demasiado personales y no os dirán mucho desconociendo el contexto, pero ahora eso carece de importancia. 
(...)
La última entrada, de hoy mismo, está escrita pensando en todos y cada uno de vosotros.
Atentamente

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