sábado, 17 de septiembre de 2011

SCHWARZWALD, 1. PAN DE JENGIBRE



                                    hagiografía: estudio de la vida de los santos.
                                    eiségesis: incluir las interpretaciones personales en un texto.
San Galo, Saint Gallen, St Gallus
La hagiografía es pobre: fue un monje irlandés, discípulo de San Colombano, que llegó en el siglo VII a los Alpes para convertir a aquellos campesinos al cristianismo. Cuando encontró una gruta en la que morar encontró allí a un oso al que le ordenó traer leña y que después se fuese. Y el oso obedeció. Luego hizo otros milagros, repartió dádivas entre los pobres y fundó un monasterio. Su onomástica se celebra el 16 de octubre. Fin de la historia.
Robertson Davies, en Mantícora, la segunda novela de la Trilogía de Depford, hace una eiségesis curiosa: Gallus era tan místico, estaba tan por encima de las necesidades de este mundo, que necesitaba un compañero que cuidara de él en ciertos aspectos. 
Se marchó a vivir a una cueva, pero ésta ya tenía un inquilino: un enorme oso. En vez de abandonar, o de hacer que el animal se fuera, llegó a un pacto con él: el oso traería leña y él, a cambio, le daría pan de jengibre. 
De ahí una curiosa conclusión: cada uno de nosotros ha de convivir con un animal interior, y si realmente somos sabios, no lo ignoraremos ni intentaremos domarlo: la única posibilidad de ser felices es aceptarlo y llegar a un acuerdo con él, a no ser que queramos morir de hambre o destrozados por sus garras. Y concluye: alimentad a vuestro oso, y él os traerá leña para el fuego.
Obershamersbach
Me hago mayor. En mi vida empiezan a existir demasiadas coincidencias i recurrencias. 
El último mensaje que les mandé a unos cuantos amigos, precisamente como despedida y antes de comenzar este blog, trataba sobre un monje irlandés afincado en Suiza, Saint Gallen o Gallus, que había llegado a un acuerdo con un oso...
Este verano recalamos en la Selva Negra, casi tocando a Suiza, en un pueblecito llamado Obershamersbach. El hotel restaurante más importante —justo frente a la puerta de la iglesia— era el Bären, el Oso. Mi sorpresa fue cuando, en mi tradicional visita al templo, descubrí que estaba dedicada a St Gallus. 
Allí estaban. El santo y el oso, lo místico y lo salvaje, lo profundamente espiritual y lo terriblemente natural; quien lo cifra todo en un futuro que hay más allá y quien vive con pasión cada minuto del presente. El Santo y el Oso.
Una reflexión y un café
Las iglesias son lugares de recogimiento y de reflexión. Espacios consagrados al silencio —y a Dios, sea quien sea— que deberíamos visitar periódicamente, sobre todo esas que nos subyugan con su belleza. En ella recordé la vieja historia y me pregunté que había hecho últimamente por mi animal interior. Y entendí por qué algunas noches sentía frío. 
Me hice el propósito de aprender a hacer ese simbólico pan de gengibre con que deberé alimentarlo y decidí cuidarlo un poco más, sobre todo ahora que se acerca el invierno. Luego fuimos al Hotel Bären —las tabernas y similares también son espacios a visitar periódicamente, por razones complementarias, sobre todo si también son hermosas— y nos confortamos con un café en una mesa bajo un conjunto de cuatro zorras disecadas en ademán de jugar a las cartas. 
Al fondo pude ver de nuevo, en una vidriera, al santo y al oso; el primero parecía distraído, pero el animal me pareció que me observaba. Quizás debería haber optado por una buena cerveza.

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